
En Vitoria, las obras de su catedral vieja no sólo no han cerrado el acceso al monumento durante su restauración, sino que la han abierto más a los visitantes. La iniciativa se llama “Abierto por obras”, y la conocí justo cuando visitaba la ciudad para participar en una cumbre sobre Gobierno Abierto. La analogía estaba servida. Si la invitación a conocer lo que se había dañado en los cimientos de una iglesia estaba disparando las visitas al templo, no deberíamos tener miedo alguno a reconocer que las columnas maestras de la democracia se están agrietando y animar a la ciudadanía a que contribuya a ponerle remedio conociendo mejor el sistema por dentro.
En lugar de humedades nos enfrentamos a falta de confianza, en vez de derrumbes tenemos corrupción y sostener muros mal levantados se parece mucho a lidiar con la falta de transparencia de los gobiernos. En el fondo, el proceso es similar. En 1994, la catedral de Santa María estuvo a punto de colapsar, pero una ambiciosa intervención de urgencia la salvó a tiempo. El tratamiento será largo – ya lleva 25 años –, porque la enfermedad le había calado hasta los huesos, pero durante todo el tiempo que dure la obra de reparación y consolidación, sus puertas estarán abiertas para que el proceso sea compartido con la gente.
De repente, vi claro el símil entre la catedral y el sistema político, y pensé en que no podremos reparar las grietas de la democracia de espaldas a la ciudadanía, que debería ser protagonista de esta reforma, tan acuciante como la de Santa María.
Al igual que con las obras de la catedral, la ciudadanía va a ser capaz de empatizar mejor con las imperfecciones de la democracia actual y de acompañar en el camino de su reconstrucción, si se reconocen los fallos y las dificultades del proceso, las costuras de la calidad democrática. La transparencia y la rendición de cuentas también tienen que ver con no sólo contar los éxitos, sino también las dificultades y los retrocesos. Creo que esa honestidad acercaría las instituciones a la ciudadanía.
El edificio democrático existe y es monumental, pero la gente tiene claro que necesita cuidados. Y a quienes ya no les gusta su aspecto, se están alejando de ella. Según una encuesta del CIS de mayo de este año, la democracia es la opción favorita de gobierno para casi el 80% de la población, pero la mayoría considera que no funciona bien y que se está deteriorando. Y más alertas: un 25% de los hombres de entre 18 y 42 años admite abiertamente que en "algunas circunstancias" el autoritarismo puede ser mejor sistema político, según un estudio de 40dB de 2024.
Political Watch quiere ser el arbotante* de esta obra humana trascendente que es la democracia. Creemos haber conseguido un equilibrio entre nuestro trabajo con organizaciones sociales -el ámbito al que pertenecemos y con quienes vamos de la mano para avanzar hacia nuestra misión- y nuestra capacidad de interlocución con las administraciones públicas -quienes tienen el poder y la responsabilidad de tomar las decisiones e impulsar las mejoras que demandamos-. Esa capacidad de tender puentes y de generar acuerdos es ya nuestra seña de identidad.
Todo esto ha cristalizado en un momento clave de crecimiento para nuestra organización y en un tiempo decisivo para las democracias en todo el mundo, acosadas por la amenaza de un autoritarismo rampante que no se detiene ni ante las leyes ni ante el dolor humano.
Por eso quisimos llevar a esta Cumbre Global de Gobierno Abierto nuestro mensaje: ya no vale con defender la democracia, hay que reimaginarla entre todos. Hay que declararla “abierta por obras”.
*Arco de piedra característico de la arquitectura gótica que transmite la presión de la bóveda de la nave central a los contrafuertes exteriores.