
Hace unas semanas compartí con Celia Zafra, directora de Comunicación de Political Watch, mi deseo de escribir un appreciation post sobre mis compañeras. Pensaba que hacíamos muchas cosas bien en el día a día y no las compartíamos porque no eran puramente nuestra agenda de trabajo (es decir, no estábamos produciendo). Estas cosas bien hechas tenían mucho que ver con cómo nos tratábamos unas a otras, cómo nos cuestionábamos mutuamente desde el respeto y la empatía o cómo apoyábamos a aquellas que, bien en lo personal, bien en lo profesional, no estaban en su mejor momento. La idea era publicarlo con motivo del 1 de mayo, y eso vamos a hacer, aunque la línea argumental de lo laboral se ha mezclado inevitablemente con el histórico apagón que hemos vivido, cómo no, juntas.
Normalmente en Political Watch teletrabajamos, pero, casualidades de la vida, esta semana decidimos encontrarnos en la oficina el lunes para poder pensar en conjunto (curiosamente, sobre algo en lo que estamos trabajando relacionado con un futuro distópico y cómo nos las maravillaríamos las humanas para sobrevivir, ¡já!). Un día normal de vernos las caras que, de repente, se convirtió en el día laborable más surrealista de nuestras vidas.
Primero, el agobio, para qué nos vamos a engañar. No hay luz, lo que significa que no hay comunicación con familiares y amigas, y estamos... en la oficina (not exactly the place to be, imho). ¿Algo bueno? Que estamos rodeadas de compañeras expertas en el sistema eléctrico (gracias, team Invesyde), que nos transmiten algo de calma. Algunas empiezan a hacer bromas, otras respiramos hondo porque nos vemos un poco faltas de aire en ese momento. Pero los chistes ayudan y poco a poco recobramos la energía (la propia nada más, claro).
Segundo, la planificación. Hay generadores, pero tampoco durarán mucho y la mayoría estamos a bastantes kilómetros de casa. Con Belén y Javi al mando, tirando de mapas descargados y memoria, respectivamente, decidimos dirigirnos a Alvarado (casa del jefe y punto de referencia). Atravesando parques y especulando con que haya personas gafes en el Gobierno, echamos un rato andando, preguntando cada dos minutos a las que van con zapato-no-apto-para-apocalipsis si van bien. Se ofrecen intercambios de calcetines y de agua, y se comparten preocupaciones y sus correspondientes ánimos.
Tercero, la aceptación. Cuando llegamos al campamento base de Alvarado, asumimos que el resto del camino lo haremos sí o sí andando. Comemos tranquilamente, nos sentamos en la terraza y casi parecería que estamos en un día normal de team building (el último lo hicimos aquí). Javi aparece con varias cajas de zapatos y montamos un showroom improvisado, ayudando a las compañeras a escoger los playeros que pegan más con su #ootd (outfit of the day, para las no Gen Z). Nos echamos unas risas y bromeamos con dejar zapatos cómodos en la oficina a partir de ahora (además de una camisa limpia para entrevistas inesperadas).
Desde allí, nos hacemos más conscientes del alcance del problema. Vemos a muchas (pero muchas) personas haciendo colas eternas para subir a un autobús que les lleve a sus casas, seguramente en localidades del extrarradio de Madrid a las que no da para llegar a pie ni llevando calzado cómodo y teniendo aún la tarde por delante. Sonidos de ambulancias y camiones de bomberos nos recuerdan que en la ciudad también se están viviendo ratos de auténtica angustia.
Cuarto, el ánimo. Dejando atrás Casa Javi, salimos a seguir pateando Madrid. Llegado el punto, el grupo que va al este y el que va al sur se separan. Nos aseguramos de tener bien apuntados en papel nuestros números de teléfono y nos comprometemos a avisar al llegar, aunque todavía no sepamos bien cómo. También nos abrazamos, porque si normalmente lo hacemos, hoy con más ganas aún. El resto del paseo lo hacemos con calma, parándonos a escuchar la radio, alentándonos mutuamente a seguir al ver calles que (por fin) reconocemos. Llegando a nuestro destino, hablamos de cómo que el fin del mundo nos pillase en la oficina no ha sido tan malo, sino todo contrario.
Porque aunque no sea the place to be, fue un buen día de oficina (no te pierdas este video para comprobarlo), y todo gracias a la gente que allí estábamos. Haciendo, una vez más, muchas cosas bien y sosteniéndonos unas a otras. Si hay un día para sentirse afortunada del equipo que te rodea en el trabajo, diría que fue el día del apagón.